Despertar cada mañana con ganas de quedarte justo donde estás, hundido en tu propia miseria, sin ganas de salir al exterior y mirar como todos realizan su vida normalmente y tu no eres nadie, que no haces cosas por el miedo inmenso a fallar, fallar como tantas veces lo has hecho en el pasado, y que cada una de ellas es como una herida más, de esas que ya han sanado pero que todavía se sienten. ¿Fácil? no lo creo.
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